Estimadas lectoras y seguidoras, la semana pasada preguntamos a través de nuestro instagram stories cuál había sido la situación más propia de un ‘tierra trágame’ que hayáis pasado vestidas de flamenca. El resultado fueron muchísimas respuestas de lectoras y seguidoras que nos contaron esos momentos a medio camino entre el sonrojo, la risa y el ratito que se pasa mal hasta que todo el mundo se recompone. Como en instagram stories todo desaparece a las 24 horas (a no ser que lo guardemos) hoy os traemos aquí las 22 mejores respuestas que recibimos y alguna explicación tanto para esa respuesta como para el comentario que les dedicamos. Así que… revisad costuras, cerrad bien cremalleras, que el bajo del traje no arrastre y… lean:

Cuando el traje no aguantó el entallado que tu querías: si hiciesemos una encuesta por varios talleres al azar nos dirán que muchas clientas pedirán que «se lo entallen un poco más, que están a dieta y para feria tendrán 5 kilos menos«. Todos lo hemos hecho (yo el primero cuando me he comprado una camisa y la que se supone que es mi talla me apretaba) y eso… a veces se paga con unas costuras o cremalleras que se abren o se rompen provocando que tu look de flamenca perfecta te obligue a una pronta retirada. Como los pasos en Semana Santa cuando llueve:

Cuando el traje no cierra: variante de la anterior. Puede ser que el traje aguante con sus costuras, que no dé problemas para sentarse en una silla sevillana o para montarse al caballo, pero puede que sí lo genere cuando bajamos la cremallera y se intenta subir. Dependiendo de como seamos cada uno, el «hincharse» hace que el traje se pueda quitar (para ir al servicio) pero no volverse a poner…

Cuando el traje cierra… y encierra. O lo que es lo mismo, se va tan apretada que ello impide hacer determinados movimientos.

El rojo, de color preferido a enemigo número 1 de la flamenca: la ‘señora del mes’, un pintalabios, una silla llena de mojo picón (sic) o más pintalabios. Las manchas de color roja o similares han atacado a flamencas que, casualmente y en su mayoría, siempre iban de blanco o de beige.

El volante bajo, la gran víctima de las flamencas. Pisotones, necesidades biológicas equinas, escaleras mecánicas, más pisotones… Pasen, miren donde pisan, y lean:

Volumen si, aunque se nos ponga en contra. Esos 50 metros de organdil no te dejarán conducir, te obligarán a necesitar ayuda para sentarte o meterte en el coche o… pueden empezar a desprenderse del traje. A veces los metros de más generan tensiones de menos.

Desnudez Flamenca. Quitarse el traje para entrar en el servicio. O para conducir (otro día hablamos de flamencas al volante, guiño-guiño). O para lo que sea. Que casualidad que la policía (la de verdad, no la del buen gusto) siempre está alerta en estos casos.

Escatología Flamenquil. Volantes o enaguas que llegan a casa oliendo a Eau du merde de cheval, trajes que llegan a casa y serían capaces de andar solos hasta la tintorería, sudor que actúa como deslizante, insectos atraídos según que color… Y luego no entienden que nos pongamos un traje así con 35 grados.

Nuestro Top 3. Y de todas las respuestas recibidas, estas creemos que son las mejores en cuanto a la capacidad de las flamencas de reírse de sí mismas, de la situación en sí (una de ellas no nos queda claro que pasó) y del mensaje de que un traje de flamenca, a veces, puede llevarte a tí en vez de tu a él.