SIMOF, año 2010 ó 2012. Comentario típico que se oía cuando un desfile incluía trajes que se salían levemente del canon comercial: «es que los diseñadores hacen trajes para las niñas de las pasarelas, esos trajes después no se ven en el Real«. También: «es que esos trajes son para las modelos, deberían hacer trajes para mujeres de verdad«. Sobra decir que a día de hoy se siguen escuchando comentarios así.
En paralelo a esos tópicos que siempre hemos estado escuchando quienes nos dedicamos a divulgar la moda flamenca en medios de comunicación apareció instagram. Y con él el fenómeno de las flamencas de calle. O en la Feria. O en la Romería. Flamencas «reales» en contraposición a la imagen de pasarelas o de editorial. Ok, estupendo, celebremos la democratización de la tendencia y del traje. Así instagram sería el espacio para las flamencas «reales» mientras en las pasarelas estaban las flamencas «idílicas de 90-60-90«. Sobre el papel y en la teoría la idea era estupenda.
Realidad: visitad el feed de cualquier cuenta que se dedique a postear flamencas «reales» y hablemos de realidades. Hablemos de flamencas reales: flamencas menores de 35 años, altas, guapas, cintura que no rebasa la talla 38, pechos perfectos cuando no operados, cara con varios pinchazos, más filtros que una portada de disco de Mariah Carey y, por supuesto, blanca o no especialmente racializada. Esa es la flamenca real de instagram, la que da me gusta, seguidores y movimiento. Una flamenca que, como está en la Feria, es real y a todas encanta, mientras que las modelos de pasarela son unas diosas fabricadas por los diseñadores para llevar trajes imposibles.
Y ojo, tan reales son esas flamencas que protagonizan las imágenes de instagram como real es el hecho de que las chicas con curvas o gordas (una 42 en redes sociales ya se ve como kilos de más), las que superan cierta edad o las que no son especialmente agraciadas desaparecen de un algoritmo que las desprecia: no dan me gusta. ¿Qué no? Os lo diré en primera persona: cuando he subido una flamenca que cumplía cualquiera de estos requisitos porque, sinceramente, el traje que llevaba me parecía interesante, yo ya sabía que esa publicación iba a tener menos me gusta. Me daba igual, era consciente y publicaba la actualización. Daba igual que el traje aportase una idea, la edad y la talla sufren en instagram y con ello lo único que se consigue es invisibilizar a esa parte de la población que no tenía cabida sobre las pasarelas y que las cuentas de flamencas «reales» que, en principio iban a sacar a las «flamencas de verdad«, se dediquen a postear unas fotos hechas en un Real de la Feria que, en ocasiones, vienen con mucha sobreproducción y con perfil muy específico de canon físico [además que últimamente y «»»casualmente«»» sacan a mucha influencer y a mucha influmierder: ya no es que seas guapa, delgada y joven, tienes que dar me gusta o tener seguidores].
¿Resultado? Pues que hay una parte del público de la flamenca que se siente apartado (una vez más), que te dice que «lo de la foto es solo las niñas» cuando les pides hacerles una o que una chica (sí, gorda) te escriba muy ilusionada porque «la has sacado«. Y ojo, se que no son mayoría en mis publicaciones, a veces por falta de material, otras porque hay otros diseños que llaman más la atención. Tampoco es que la representación sea cero en instagram, de hecho la hay, pero es escasa y si miramos los me gusta según los físicos, ahí sí que cantan las cifras.
A ello se suman unas redes sociales que, cada vez más, muestran solo lo que el público quiere ver: esto no es culpa de las cuentas, es culpa de que solo se premie la belleza de siempre, aunque el traje de flamenca sea un harapo o lo hayamos visto mil veces. Da igual: una foto de una veinteañera guapa y delgada es sinónimo de me gusta. Y al final la inercia hace que esa sea la publicación buscada por todos a costa de sacrificar el discurso de «flamenca real» y cerrarse a un solo tipo. Nos llenamos la boca con el body positive pero luego nada cambia y todo sigue igual, aunque si hay espacios nuevos como lo es la cuenta de instagram de Invitada Real que se creó con el objetivo de mostrar esa otra realidad en moda de invitadas.
El problema, además, se amplía a los diseñadores: hay algunos que optan por subir a muchas clientas teniendo en cuenta la relación comercial que hayan podido tener, mientras que hay otros que solo suben «a las que están buenas«. Eso se nota y se siente. Probablemente el que solo sube a las talla 36 te dirá: «nadie quiere ponerse el traje de la gorda«. Por desgracia, esa afirmación suele ser correcta. Si bien la frase no deja en buen lugar, no es menos cierto que hasta los catálogos de moda curvy optan por modelos que, como mucho, tienen la talla 42. No lo justifica, pero sí deja claro cómo una cuenta de firma utiliza sus redes para captar clientela. Meritorio, eso sí, las flamencas que tienen una 48 y no tienen miedo en encargar un diseño que, en origen, era por y para una 34.
Así que a la pregunta: ¿Qué es una flamenca Real? la respuesta es: cualquiera. Y en ese cualquiera caben tantos perfiles físicos como trajes de flamenca se visten en la Feria, desde una modelo profesional de pasarela hasta la última mujer que cruce la portada entre volantes. De nosotros (de quienes nos dedicamos a divulgar la moda flamenca) depende que haya espacio real para todas.