«Entregar el trabajo no implica que automáticamente estéis aprobados en la asignatura«. Esa frase se la escuché a un profesor mientras estudiaba la carrera de marketing y venía a decir una verdad bastante realista: que hagas un trabajo, que le pongas tiempo, dinero y sacrificio, no implica que esté bien. O que merezca un aprobado. Dedicarnos a poner un 5 a todo aquel que entregue un trabajo, sea cuál sea, es falsear la realidad y no saber separar lo que realmente debería destacar de aquello a lo que habría que darle una vuelta o incluso rehacer por completo (cuando no descartarlo porque no hay nada de donde sacar). Algo así pasó en la sexta edición de Emprende Lunares.

Hagamos varias preguntas antes de seguir:

¿Presentar una colección en una pasarela te hace diseñadora? No.
¿Haber estudiado en una academia o en una escuela de moda te da los conocimientos suficientes para ponerte la etiqueta de diseñadora? Tampoco.
¿Hay alguna definición que diga que ‘Alta Costura’ es un traje hecho en una maquina de coser al cuál se le ha cosido luego 50 abalorios de mercería? Pasapalabra.
¿Qué historia de la moda y de la moda flamenca se enseña en escuelas y academias de moda? Me gustaría saberlo.
Y la más importante: ¿No hay nadie al volante? (nunca peor dicho).

Señores, señoras, hemos pasado dos años de pandemia y una temporada sin moda flamenca. Tiempo suficiente para aprender, para reciclarse, para aburrirse viendo desfiles en youtube o buscando información en google sobre historia de la moda. Ha habido tiempo para llegar con los deberes hechos y la lección aprendida, para llegar con proyectos que sean profesionales, que demuestren que quién está detrás sabe (algo) de moda, de moda flamenca, de costura, de patronaje y de la aventura empresarial que supone ser diseñadora. Porque para ser emprendedora hay que ser profesional y lo de ayer fue más un fin de curso de cursillo de distrito que la antesala de quienes, se supone, desfilarán en SIMOF. Y una persona emprendedora y profesional que está a las puertas de desfilar en la principal pasarela de moda flamenca debe dejarse la piel en que su trabajo luzca, se vea bien y merezca un sitio en la moda flamenca.

Habrá quienes digan que soy duro o destructivo, pero a mí personalmente, y con toda la trayectoria que tengo, me duele la moda flamenca. Mucho. Y me encanta que haya plataformas y concursos de noveles como forma de darse a conocer, creo que enriquece y puede aportar al sector, porque en este tipo de desfiles a lo que se va a es a ver si hay alguien que merezca la pena, que tenga detrás un proyecto o una idea que merezca de veras incorporarse al sector de los volantes con nombre y apellidos. Pero si algo faltaba ayer es la rotundidad y la claridad de una persona que sabe aprovechar la oportunidad para salir a pasarela y decir con sus trajes: «hola, esta soy yo, esta es mi flamenca y esto es solo el comienzo«.

Me habría encantado salir ayer de Emprende Lunares con ganas de ver más de quienes desfilaron, pero es que en 7 colecciones apenas se vio un concepto, una moda o una personalidad que atrayese a mucho más. La mayoría de las propuestas pecaron además de utilizar cosas que suenan a concurso de novel del año… 2014: tocados, plumas, lentejuelas, tejidos varios con brillos y todas las manías que vemos en colecciones que efectivamente se presentan a concursos y luego no ganan. Por algo será.

Hablando de ganar, les voy a poner un ejemplo cercano: José Joaquín Gil. Este joven diseñador participó en los noveles de SIMOF de 2020, una final en la que hubo 10 colecciones que lo mínimo que se merecían era un notable (y los rumores apuntan que el próximo viernes 4 de febrero vamos a tener otra final de noveles de SIMOF de nivel considerable). Todos los proyectos estaban correctos, las colecciones bien hechas, las ideas se veían mientras desfilaban y, la verdad, dejaban con ganas de más. De 10 finalistas al menos la mitad merecía el premio. José Joaquín se llevó la mención especial. Puede que no sea el mejor creativo y tampoco habrá inventado la rueda (como dijo RuPaul: no hay que reinventar la rueda, la rueda está bien), pero demostró en su colección que conoce la moda flamenca, que la ha estudiado, que sabe de verdad quienes son los maestros y quienes son los diseñadores a los que seguirles la pista. Todo eso se veía en su propuesta, que era una demostración de saber en qué sector se movía y hacia donde quería ir. Lo hizo además con una colección que, objetivamente, el chaval supo rodearse de un buen equipo que hiciera que sus 10 trajes se vieran con una manufactura profesional. Justo la que se le pide a quién, se supone, va a incorporarse al sector como nombre propio (y con la etiqueta de diseñador profesional).

Volviendo a Emprende Lunares, he de decir que estoy evitando dar nombres porque no quiero personalizar en ninguna de las finalistas de la sexta edición las palabras de este artículo. Es una reflexión genérica sobre concursos, plataformas o cualquier paso previo al momento de considerarse «diseñador profesional» y que creo que, por muy buenas intenciones que haya detrás, los resultados pueden ser cuestionables.

También he de decir que hubo dos colecciones que tenían algo de condimento para dar más, que visualmente hubo momentos aceptables y que NO fue un desastre de proporciones épicas aunque mis palabras así lo pinten. Soy consciente del trabajo que hay detrás, del esfuerzo y de la ilusión que supone presentar una colección flamenca, pero hay que hacer examen de autoevaluación y ver si ha llegado tu momento, si estás preparada y si tu trabajo ha alcanzado ese nivel para salir a una pasarela y que el aplauso del público sea rotundo. Muchos de los que hoy tenemos como «grandes» de la flamenca tardaron en llegar a la pasarela, pero cuando lo hicieron es porque se notaba que venían con la lección aprendida. A la gran mayoría de las finalistas de Emprende les diría que si quieren dedicarse a la moda flamenca y tener una marca primero deben replantearse cómo quieren ir a SIMOF el año que viene, que se busquen los fallos hasta cuando no se ven, que tengan muy claro como van a mostrar su flamenca, que se busquen un taller o unas buenas expertas en costura y patronaje que les asesoren (asesorar, no regalar el oído) y, sobre todo, que estudien, vean y consuman moda más allá de un especial de la revista Hola. Porque tienen una oportunidad maravillosa de estar en una pasarela de enorme prestigio y ayer faltaba mucho de todo pero especialmente faltaba un concepto, un «algo» que diga quién eres, y el sector está lo bastante saturado como para tener que hacer un esfuerzo doble por reconocer a alguien. Siendo más preciso, les invitaría a que viesen un resumen en cualquier medio de comunicación de una jornada de SIMOF, vean los trajes y piensen que los suyos podrían estar ahí, acompañando o compartiendo líneas y espacio gráfico con las flamencas de Pilar Vera, Ana Morón, Javier García, Verónica de la Vega, Antonio Gutiérrez o Lina solo por dar algunos nombres.


Amalia Salomón, ‘Aire Puro’.

Beatriz Benítez, ‘Flamenco Art-Decó’

Mar Soriano, ‘Reencuentros’.

Mari Sánchez, ‘Oro líquido’.

María Sanz, ‘Mis Raíces’.

Rosa Villa, ‘Esencia’.

Xihomara Pinto, ‘Mi Esencia’.