Moda Flamenca: más de 100 desfiles en 4 grandes pasarelas (sin contar otros eventos), jornadas maratonianas con miles de trajes, diseñadores nuevos saliendo de debajo de las piedras, Laura Sánchez llenándose la boca con la creatividad de los volantes o Raquel Revuelta haciendo gala de que el de flamenca es el único traje regional que todos los años se renueva gracias a las tendencias de la moda convencional.
Resultado: que llega la Feria de Sevilla y todo aquello que se sale de lo normativo resulta que no es ni moda ni traje de flamenca. Y no, no me estoy refiriendo únicamente a las transparencias en las que estáis pensando. Todos los años desde que estoy en esta web tengo que ver los debates de siempre con los mensajes de siempre, con un sector del público empeñado en que la Feria de Sevilla tiene unos códigos inamovibles que no deben tocarse, que la flamenca que vale solo es la de mantoncillo, flor a mitad de cabeza y canasterito, neja enteriza o dos volantes. Una Feria en la que, por cierto, a ver cómo encajarían los largos midi de Lina para Carmen Sevilla o Gracia de Mónaco. O una Feria en la que la Historia de la moda debería de darles una hostia con la mano abierta a esos puristas de ayer por la tarde.
¿Para eso queréis una industria propia de la moda flamenca?, ¿Para que solo se acepte como válido un patrón determinado que, ni de lejos, representa la riqueza cultural y la versatilidad del traje de flamenca?
Vaya por delante que a veces me planteo qué relación tienen con la moda flamenca quienes abogan por una visión inmovilista o simplista, porque estoy seguro casi al 100% que la mayoría de esas personas no han visto desfiles en We Love Flamenco o SIMOF más allá de los tres nombres de rigor. No les interesa y ni quieren ver que la moda flamenca sigue creciendo, buscando nuevos caminos, reinventarse y hacer que a la Feria pueda ir cualquiera con la flamencura entendida a su manera. Porque tan valido es María de Jaime con un canastero lacio como una joven malagueña enseñando cuerpo. Esa es la flamenca de Feria de Sevilla a la que Sevilla debe aspirar, la flamenca en la que todas estéis representadas, porque en la Feria de Abril como principal punto de encuentro de la clientela del sector debe haber sitio para todos y cada uno de los estilos de flamenca, desde el más básico al más arriesgado, desde el más elegante al más hortera, del más bonito al más feo.
¿Por qué? Porque Sevilla es la ciudad que alberga las dos principales citas de los volantes, el centro histórico al que peregrinan muchas a buscar su traje, los polígonos industriales de donde salen a diario kilómetros de tejido o el lugar donde se forman quienes quieren dedicarse a esto. Si se quiere asumir la capitalidad del fenónemo, debe serlo con todas las consecuencias, dejando entrar la diversidad, la belleza y las ideas de unas flamencas que vienen de todas partes de Andalucía (y España), que entienden los volantes a su manera, pero saben que Sevilla es el momento crítico, el de desvelar las tendencias, el de pasearse por un Real que es pasarela en sí. Negar todo eso es de tener las miras cortas o de estar de espaldas a la realidad. También está el argumento de «eso no pega en la Feria de Sevilla, eso se lleva en otros lados» cuando veis un traje que no os cuadra porque os encaja mejor en otras ferias o fiestas… ¿Decís lo mismo cuando pasas por la puerta de Pineda y te encuentras a 200 wannabes de VickyFe con su batita de camino haciéndose pasar por canastero de feria? Ah no. De esta gente no, porque todo aquello con pinta de rancio vale en la Feria.
Tampoco ayuda que los medios convencionales solo se dediquen a destacar a famosas que van todas más o menos con las mismas hechuras como las «mejores vestidas»: se pierde una parte importante del buen gusto de muchas flamencas y se perpetua una imagen que, quizá, se vea demasiado pero no es representativa del total de la Feria, ni tampoco favorece al discurso de la moda flamenca. Al final lo que se hace es sesgar y confirmar una parte como el todo que incluso sirve de apoyo a quienes se han creído que la Feria de Abril tiene unos códigos de vestimenta no variables que parecen sacados del Código Civil y con unas normas que, repito, dicen más de quienes censuran que de quienes optan por hacer lo que les dé la gana.
Porque la clave del traje de flamenca es que se convierte en una traducción de tu estilo propio pero llevado a feria y volantes. La flamenca cuando se viste no se está poniendo solo un traje, se está expresando, está vistiendo como le apetece para una fiesta que está en el ADN andaluz y con ella demuestra que la flamencura, para ella, es así. Sea el estilo que sea, mientras haya flamencura todo debería valer y así debería ser y respetarse. Si eres sosa en tu día a día, lo eres en Feria, si sales a la calle queriendo que te mires, así harás en el albero. Y todas las visiones son válidas.
Así que os pregunto de nuevo: ¿Qué flamenca queremos en la Feria de Sevilla?, ¿La que solo vale para unos pocos o todas aquellas que aportan, hacen gala de la moda flamenca y representan una industria en la que hay tanto donde elegir?
Porque si solo preferís lo primero… no se para qué hacemos tanta pasarela.