CayeCruz cumple siete años. Como cada cinco de septiembre, estamos de celebración y, aunque no sea un día muy especial (que te pille preparando una Feria es lo que tiene), si nos gusta echar la vista atrás y repasar un poco la trayectoria de la web.

Este año, como estamos a las puertas de un gran aniversario como es el 25 aniversario de SIMOF, quiero hablaros de siete diseñadores. Todos ellos tienen en común que a día de hoy ya no desfilan o incluso no se dedican a la moda flamenca de manera activa o reconocida. Pero en 2010, 2011 y 2012, mis primeros años como acreditado en SIMOF, sus nombre brillaban con luz propia y sus desfiles eran de los más esperados sobre la pasarela. Acompañaban a Pilar Vera, a Lina, a Juana Martín o a Pol Núñez sobre la pasarela de Fibes y cada una, a su manera, dejaba su huella año tras año. Todavía recuerdo como para mí era un honor o una experiencia única el entrar en sus desfiles, por quienes eran, por lo que suponía, y por lo que aportaban a la moda flamenca.

A vosotros siete, GRACIAS, porque todo lo que habéis hecho por los volantes, que os puedo decir que no es poco. Sirva este homenaje como reconocimiento y como recuerdo a unas flamencas que, sea el año que sean, siempre quieres volver a ver. Y esa flamenca, créanme, es la que perdura.

Cañavate. Una vez una diseñadora bastante conocida dijo de él que es el mejor diseñador que jamás haya existido en flamenca. Y puede que tenga razón porque… ¿Qué flamenca no ha soñado alguna vez con llevar uno de sus trajes?

José María Cañavate logró con tres colecciones (Las flores de mi jardín, Dulce y Salado, Whatever Lola Wants) una trilogía perfecta de flamenca de toques clásicos que seguía la estela de Carmen Sevilla, Justo Salao o Lina y la llevaba a un momento actual con el que casaba a la perfección. Y aunque hayan pasado varios años, hoy pones cualquiera de sus desfiles en medio de varias colecciones de la temporada presente y seguirían siendo igual de frescas, novedosas y espectaculares que entonces. En pocas palabras, un genio y una mente privilegiada para el traje regional que, por diversos factores, no está donde debería estar, aunque el reconocimiento entre los compañeros siempre será unánime.

Nuevo Montecarlo. Recuerdo que poco antes de que se comenzase su desfile en 2012 alguien me dijo: ¿Te quedas a este desfile? Mi respuesta fue: claro, tengo que ver lo que se va a copiar este año. Efectivamente, la maison comandada por Loli Castallo subía todos los años a la pasarela un arsenal de casi medio centenar de trajes por el que todas las pijas y wannabe de pija suspirarían en semanas posteriores. Eso era Nuevo Montecarlo: un desfile abarrotado hasta la bandera por un público deseoso de ver canasteros, colores calmados, pequeña florecitas estampadas, telas de toda la vida y flamencas con un olor a Feria de Abril que ríete tu de los buñuelos de los gitanos. Habría y habrá otras firmas, pero pocas consiguieron la unión entre sus flamencas, todas ellas con una planta clásica pero exquisita, y el gusto de Sevilla capital como lo hizo esta firma. Una consistencia que, año tras año, te llevaba de la pasarela al Real.

Curiosamente, su último desfile fue en 2014 dividido en dos pases: uno en SIMOF (en su hora de siempre) y otro en We Love Flamenco, abriendo la segunda edición de la pasarela y casi que dando paso (o cediendo el testigo) al formato que ha terminado por definir a la cita organizada por Go Eventos: el de ser el punto de encuentro entre las firmas clásicas que visten el Real de los Remedios.

Margarita Freire. Su nombre era sinónimo de mil volantes, artesanía, flamenca romera y rural. Desde La Luisiana llegaba cada año una flamenca de un marcado estilo perfilado por su creadora: volantes que a su vez se dividían en pequeños volantitos, camisas trabajadas, faldas muy bien plantadas y trajes cortos para flamencas de cualquier edad. El desfile de Margarita nos llevaba temporada sí temporada también a una suerte de romería en el que los looks propio de camino se fusionaban con trajes que ves en presentaciones o salidas de hermandad. Un lenguaje propio y muy cuidado del interior, de los pueblos y de la artesanía a la antigua que ella supo plasmar muchas veces en SIMOF y que, desde hace dos años, no hemos vuelto a ver en pasarela ni en redes (un sitio donde, por cierto, sus flamencas tenían muchísima aceptación).

Curro Durán. Fue el último gran ganador de los nóveles de SIMOF antes de que ganar el concurso te mandase… directo a casa. Curro ganó y continuó en la pasarela fusionando hechuras clásicas con toques de modernidad en las que la exquisita selección de telas siempre contribuía a engrandecer sus flamencas. 1929 y Frontiles de Camino fueron sus últimas dos colecciones en SIMOF, dos desfiles que se adelantaron a lo que estaba por llegar y que, como otras colecciones, resisten muy bien el paso del tiempo. De hecho, muchas cosas que ahora nos pueden parecer muy novedosas, ya las empleó Curro en su momento. Lamentablemente la crisis económica pudo con su filosofía de firma y ni su regreso en 2015 a We Love Flamenco le hicieron continuar.

Rosalía Zahíno. Comparada (de manera bastante certera) con John Galliano por sus puestas en escena y por su bien llevada excentricidad sobre la pasarela, Rosalía era una de esas creadoras sin punto medio: o la amabas o la odiabas. Su flamenca no entendía de límites, los ponía ella: mis volantes, mis reglas. Y así nos llevó por el lejano oeste, por la ópera o por el mundo de los piratas. Su gran obra maestra, sin embargo, no le requirió irse muy lejos: ‘Gelem Gelem’ fue un canto a la mujer gitana, una oda entre costuras y una inspiración en la mujer calé que nunca tuvo un arraigo fijo. A día es una de las grandes joyas de la historia de la moda flamenca y uno de los ejemplos que motivaría a todos esos diseñadores que entendieron que los volantes también deben dar espectáculo.

Luchi Cabrera. La última página en Surrealista y su desfile el sábado de SIMOF a las 19:30 horas. Pocas cosas había más fijas cada año que la presencia de Luchi. Su nombre era de los fijos fijísmos, de los que siempre que sabía que te encontrarías. Sus desfiles no serían los más esperados por la prensa más especializada, pero su estilo eternamente setentero y sus puestas en escena desmarcadas del resto de firmas clásicas hacían que nunca quedase nadie indiferente. Tiene en su haber el poner marchas de Semana Santa o canciones de Camela para pasear sus volantes cuando nadie lo hubiese esperado. Lamentablemente una enfermedad la apartó del sector. Desde entonces su trabajo se ha desarrollado principalmente para su clientela de siempre a la que le ha seguido cosiendo. Personalmente (no se si leerá estas líneas) quiero darle las gracias porque cuando estaba empezando fue una de esas personas que me enseñó mucho sobre flamencas. Y es que Luchi, en desfile y en persona, era una gran maestra de la sevillanía.

Vicky Martín Berrocal. Si, hablemos de Vicky: oficialmente la diseñadora se sigue dedicando a la moda a través de su firma Victoria, pero si algo echan de menos todas y cada una de sus seguidoras son sus desfiles de flamenca. Unos pases y unas colecciones que, pese a quién pese, contribuyeron de manera decisiva a cambiar la moda flamenca, a quitarle complejos, a hacer de la elegancia un aliado, a no hacernos de menos porque parezca andaluz y a exaltar la belleza de la mujer cuando se viste de volantes. Vicky genera opiniones encontradas, pero la frescura y lo bien que han envejecido sus colecciones hacen que muchos y muchas sigan viendo su trabajo buscando ideas. Y como decimos no está retirada, en cualquier momento podría volver y… cuando eso sea (algún día llegará) estaremos aquí esperando.