Sábado 6 de febrero de 2016, el diario ABC de Sevilla, principal cabecera de información local, abría su edición en papel con la siguiente portada:


A día de hoy, si hubiera que elegir una fotografía para condesar está década sería esta portada que casi cuatro años después tiene mucho de simbólico: tras un viernes histórico en la principal pasarela del sector, el diario que siempre se ha considerado como el que mejor ha mimado la sevillanía en estado puro, le daba su beneplácito cual Cesar en el circo romano a la nueva oleada de diseñadores que estaban asentándose en moda flamenca y lo hacía dedicándole la portada y un titular (‘La nueva moda flamenca’) que dejaba claro que los volantes estaban en un punto de no retorno y que el sector debía y merecía avanzar hacia adelante tal como lo estaba haciendo. La elección de la foto no era casual: la coreografía que Pedro González montó con el carrusel de ‘Silencio’, la colección de Cristina García, permitió esta imagen final en la que sobresalían casi todas las ideas claves de esta renovación: desde los volúmenes ricos en tules hasta los diseños de moda aflamencada pasando por los guiños a la flamenca clásica o a esos trajes con poco diámetro pero mucho estilo. La nueva moda flamenca era y es eso: el diálogo entre los volantes, la creatividad y unos diseños que pueden ser o no ser traje de flamenca pero si son indudablemente moda flamenca.

Esa portada además llegó en el año clave ya que 2016 es a todas luces el mejor año de la presente década, el que aglutinó un mayor número de firmas en calidad e importancia y en el que muchas colecciones marcaron el devenir de la flamenca hasta nuestros días. También fue el año en que cinco diseñadores (Ana Morón, María de Gracia, Antonio Gutiérrez, Cristina García y Javier García) coronaron al viernes de SIMOF como el día más importante de la pasarela. Más allá de esa jornada, del 2016 hay tanto hitos a recordar que no nos caben en este post y que merecen mención aparte, por lo que hoy nos quedamos con 6 colecciones de 6 diseñadores de sobra conocidos. Puede que muchos de ellos ahora mismo piensen que tienen mejores colecciones que las que hoy reseñamos, pero este repaso a la década está enfocado más al sello dejado en los volantes más que a la perfección alcanzada en cuanto a facturación técnica. Puede ser que todo haya sido mejorado en años posteriores, pero estas colecciones (y muchas más) explican lo que supuso y lo que vino tras 2016:

17 Juan Boleco: Hallelujah. El año en que We Love Flamenco estrenaba su formato de 6 días y con una jornada del domingo repleta de desfiles fue el momento en que un Juan Boleco al que muchos veían como semiprofesional saltó del segundo plano a coronarse como el mejor de su edición en esta pasarela. ‘Hallelujah’ quizá esté por detrás de las colecciones que le siguieron, pero hay varias ideas que aquí se marcaron y mantuvieron su vigencia: su apuesta por la moda urbana llevada hasta el Rocío, el aire desenfadado para Romería o algunos diseños (como la falda de volantitos de la izquierda) tienen mucho que ver con la oleada de modernidad que acompaña ahora a la moda de romería. Otro de los detalles de esta colección es que fue de las primeras en apostar por el diseño gráfico y la estampación hecha por el mismo diseñador (representado en las plumas de pavo real) como parte de la colección, algo que hace años parecía muy complicado y ahora, solo 3 temporadas después, es parte de la oferta de las casas de tejidos.

18 Alejandro Santizo: Mi amanecer se llama Aurora. Quién iba a pensar que en una de las finales de nóveles de nivel más alto/creativo de SIMOF, iba a llevarse un premio una de las colecciones más comerciales de la misma. Objetivamente, había propuestas que se arriesgaban más, pero sin duda el jurado valoró que Alejandro Santizo se subió a la pasarela con las ideas bastantes claras (mérito que también se debe reconocer en la vertiente empresarial de la moda): su flamenca es esa, la que veis sobre estas imágenes. Un estilo que realmente ya estaba en la calle, que era deudor de la querencia por el volumen, pero que si un diseñador lo llevaba a una colección, lo modificaba hasta hacerlo suyo. Santizo prefirió jugar con ese carácter poco recargado y prácticamente unió la flamenca clásica con el volumen, sin aditivos y con bastante impronta de sevillanía. Un matiz lo bastante elegante como para que su apellido y el perfil de su flamenca sea de los que vengan a la cabeza cuando vemos mucho organdil en unas enaguas.

19 María de Gracia: Culpables. Otro de los ejemplos de que el tiempo a veces te trata mejor que el público. Si en 2020 este desfile se repitiera tal cuál en SIMOF, su frescura y su vanguardia se mantendría intacta. María de Gracia en su segundo año se atrevió a hacer una colección que en patronaje no desdibujaba para nada el traje de flamenca. Es más, la mayoría de los trajes eran en forma muy flamencos, pero los colores, los tejidos (neopreno con trama en 3D), las aplicaciones y la forma del desfile quizá no convencieron al público menos experimentado, pero sí a la crítica y a los compañeros (y a otras personas que luego han fusilado la propuesta, todo sea dicho). ‘Culpables’ a día de hoy es uno de los mejores desfiles que jamás se hayan visto en SIMOF y que harían agachar la cabeza a quienes aún digan que la moda flamenca es cateta o antigua. No señores: esto pasa por delante de algunas cosas de Madrid o Barcelona.

20 Andrew Pocrid: La vie en rose. Mayo de 2015. Dos blogs de moda flamenca y un creciente instagram daban a conocer a la flamenca de Andrés Pozuelo, ese cordobés formado en Milán que… bueno, ya conocéis la historia. Andrew Pocrid llegó a SIMOF alentado por unas redes sociales en las que empezaban a gestarse las #chicaspocrid y en el que se le reclamaba que desfilase. Y lo hizo llevando a pasarela aquello con lo que se había dado a conocer. Siempre diré que lo que le ocurría a esta colección es que el estilo Pocrid llegaba a SIMOF bastante destripado por las redes sociales y por la viralización de sus trajes, por lo que el efecto sorpresa o la expectativa fueron algo menores (detalle corregido en años posteriores con el secretismo que ha rodeado a sus desfiles), pero el resultado fue el comienzo de una carrera que sentó sus bases en este primer desfile con volumen, patronaje, colorido, estampados o uno estilismos que desde entonces han mantenido el guión y la esencia haciendo que el perfil, el branding y el concepto o experiencia de clienta que Andrew Pocrid aplica a sus flamencas sea uno de los mejor planteados en el sector.

21 Verónica de la Vega: Esencia. La oleada barroco-andaluza que Dolce&Gabbana vivió en los 2010 tuvo su eco en la moda flamenca pero quizá de todas las colecciones que eran deudoras de esa tendencia, la que mejor lo interpretó fue la que llevó a Verónica de la Vega a SIMOF. La creadora isleña tiene mejores desfiles que este, pero ‘Esencia’ no solo hizo que la tuviésemos en cuenta, también supo responder a los italianos con sus mismas armas, dibujó una flamenca clásica pero creativa con notas de carácter sensual, supo hacerse con las ideas setenteras del momento y, además, vistió de largo el saten con lunar flocado de terciopelo, uno de los tejidos casi obligados de la segunda mitad de década.

22 Ernesto Sillero: Tanuca. Con una unanimidad apabullante la primera colección como profesional de Ernesto Sillero lo situó en el mapa de la moda flamenca con una colección que ha marcado de manera casi crítica su trayectoria. De una manera u otra, la clientela se enamoró de él con ‘Tanuca’. Y no solo de un traje: aunque haya algunos que destaquen más que otros, casi todos los diseños de esta propuesta dedicada a la Duquesa de Alba han brillado, han tenido su momento, se han viralizado, se han vendido, reproducido y, si, copiado (quizá está colección entraría en un hipotético Top 3 de colecciones copiadas de la década). De hecho el propio Sillero se encargó de incluir en la colección referencias a un traje que realizó a medida pocos meses antes del desfile y que, a día de hoy, ha sido imitado de todas las maneras posibles. ‘Tanuca’ es de esas colecciones que supieron ser de su tiempo, que tenía suficientes elementos icónicos y que aunó el estilo de su creador con lo que el público quería ver, hasta el punto de que casi todas las flamencas de Ernesto tienen esta colección como cota de nivel.