Debutó el año pasado como profesional tras un primer intento como novel que impresionó bastante y una segunda vez donde el premio fue para su propuesta con rotundidad. Juanfran Gil Ortiz pertenece a la generación de diseñadores que ha bebido del folclore andaluz más autóctono y lo ha llevado al momento actual con mucho sentido de la moda, sabiendo equilibrar el precepto clásico con esa flamenca que pide más creatividad. También es de los que se deja llevar por el volumen, en su caso especialmente exagerado y no quedándose en la simple acumulación de metros: siempre hay patrón rebuscado sobre todo ese organdil. Con todo, el joven almonteño ha decidido desentenderse con lo que fue su primera colección de profesional y ser él mismo para lanzar un Grito que utiliza la moda flamenca como el vehículo perfecto para reivindicar su estilo y, de paso, lanzar un mensaje que os interpretamos a continuación:

Crítica a todo y a todos. Incluida estas líneas que leéis. ‘El Grito’ es la forma con la que Gil Ortiz se revela contra la moda actual, contra la necesidad de que esto sea un negocio rentable, de gustar en instagram, de ser empresario y de sentir que la libertad de coger un lápiz y ponerse a bocetar se vea coartada porque «esto no se va a vender», «esto no lo va a comprar a nadie». Nada de eso: Juanfran ha hecho literalmente lo que le ha dado la gana. Ha recuperado los volúmenes exagerados de sus colecciones de novel y los ha encauzado con más acierto y menos dispersión que en ‘Mia’. De hecho, hay hasta autocrítica a esa colección con la que debutó como profesional: su intento de hacer comercial su flamenca no terminó de cuajar, por lo que su estilo acabó diluido y lo más reseñable de esa propuesta eran los trajes donde Gil Ortiz se sentía él mismo sin ataduras. Consecuencia: ‘El Grito’ da todo el protagonismo al estilo de un diseñador que ha preferido ser fiel a su ideario más que a la opción de hacer caja.

No hace falta destrozar la flamenca ni experimentar para ser transgresor. Hasta hace diez años las escuelas de moda andaluzas estaban llenas de jóvenes que veían la moda flamenca como una catetada solo apta para marujas, y que eso era moda de segunda y que con volantes su estilo hipermegamodernofashionsoylomáscool no iba a brillar. Eran gente a las que el Sur se les quedaba chico y que se creían que iban a ser Alexander McQueen. Gente a la que les daba tirria la Copla, el Flamenco o la Semana Santa y que estaban deseando mudarse a Malasaña. Eso era ser moderno en Andalucía hace una década. Situación diametralmente opuesta ahora mismo: ahora hay una juventud que es moderna a la par que folclórica, capillita, devota, coplera y flamenca, que tiene interés por la cultura pop nacional e internacional, se interesa por la moda convencional y también tiene conciencia, abraza la causa LGTB, el feminismo, la denuncia o el activismo social. Una neomodernidad andaluza que reivindica nuestra tierra abrazando su identidad más genuina y dejando claro que el gusto estético no solo es patrimonio de unos cuantos.

Pues bien, Gil Ortiz ha hecho ese discurso en volantes, ha construido una performance donde hay hueco para reivindicar la moda flamenca a su manera, jugando a lo moderno a partir de un rehacer los patrones de flamenca, de un usar los lunares o los volantes en su vertiente más exagerada (puede que sea el desfile de la temporada con mejor diseño de volantes), de tomar elementos del vestir masculino y ponerlo en una flamenca que no es ambigua aunque buscara serlo o incluso del extremo de desnudar el cuerpo de la mujer a taparlo por completo. Y todo ello, repetimos, sin salirse de los cánones clásicos porque no hace falta: el folclore andaluz tiene una riqueza tan amplia que permite hacer cualquier tipo de transgresión sin que se pierda la flamenca (en este caso) y sabiendo dar piezas muy modernas a partir de perfiles que ya conocemos. No es necesario buscar fuera cuando ya lo tenemos dentro.

La moda NO tiene por qué ser complaciente. En plena era de redes sociales la moda tiene que ser bonita, directa, efectista, fría y superficial. Pero… ¿Donde queda el contenido? Gil Ortiz ha hecho una de esas colecciones en que no basta con mirar los trajes, hay que leerlos, hay que entender que se nos está contando, hay que saber que hay un discurso. Muchas de las colecciones actuales no tienen ni identidad ni alma, solo son una sucesión de trajes bonitos para una audiencia que a veces ni se molesta en saber quién lo hace. Trajes para decir «oh que bonito, esty enamorada» sin más. Pero la moda tiene que ser más que eso: como vehículo cultural puede lanzar una idea, un mensaje con sentido, una filosofía. ‘El Grito’ invita a romper con convencionalismos, a ser libres, a ser fiel a uno mismo e incluso a recordar a esa España en blanco y negro del Lorca más dramático o del tremendismo de Camilo José Cela. Folclore oscuro que se sostiene sobre unas flamencas que no son las que aparecen de primeras en instagram, pero que tienen mucho diseño (en cada traje hay una idea diferente perfectamente destacable), que están ejecutadas con una maestría a pesar de la juventud de su creador, con una costura que empaca la coherencia de toda la colección y un resultado que, quién sepa apreciarlo, verá mucha moda en el mismo. Porque de primeras algunas verán una máscara o unas tetas, pero junto a ellas se ven unos volantes muy buenos y con mucho valor que ni quieren ni deben quedarse en la pasarela.

Nuestra selección: el conjunto de chaqueta gris con traje rosa, el traje blanco con la camisa blanca o el traje rojo con bordados en negro.

Puedes contactar con el diseñador por instagram.

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