Habrá We Love Flamenco, habrá SIMOF, habrá Pasarela Flamenca de Jerez y habrá Andújar Flamenca. Habrá incluso muchas más, porque ya queda bastante claro que tendremos temporada de moda flamenca en 2022 tanto sobre las tarimas como en el albero a no ser que una invasión alienígena llegue antes de Navidad que ya es lo que nos queda por vivir. Es obvio que el regreso parte con dos premisas: por un lado la de volver a sacar músculo tras dos años críticos donde la moda flamenca ha estado de vacío y el hueco a rellenar ha de hacerse bien porque si de algo no entiende la moda, a nivel genérico, es de vender las cosas con modestia y sin el boato que se le presupone. La segunda premisa (consecuencia de la primera) es la de volver a enamorar, la de reenganchar, la de conectar con el público ansioso por novedades, así como de convencerles y decirles que sí, que nos vamos de Feria y de que hay que estrenar (¿A quién no le va a apetecer?)… un estreno que requiere una inversión que muchas se pensarán y en el que un factor importantísimo serán las colecciones que se presenten.
Ahora bien, ¿Qué vamos a encontrarnos o podríamos ver dando forma a los volantes del 2022? A eso queremos darle respuesta analizando no solo el contexto actual, también viendo experiencias pasadas en moda flamenca cuando se han atravesado momentos de crisis (aunque ninguno comparable a este) y esbozando las posibles opciones para que, de alguna manera, 2022 nos deje una buena temporada sobre las pasarelas:
Trajes de 2020, vuestro tiempo pasó (en las pasarelas): sin duda alguna, cualquier diseñador o diseñadora que lea esto estará de acuerdo. Los trajes de flamenca que nacieron para las pasarelas del 2020 han cumplido de manera sobrada con su cometido a nivel comercial. Por tanto, NO deben volver a desfilar. Su destino ya es la Feria o la Romería, ahí es donde debemos volver a verlos. Pero en una pasarela no: si en 2022 las pasarelas vuelven deben hacerlo con novedades. Volver a encontrarnos en un desfile con trajes que hemos visto miles de veces en instagram, en sesiones de fotos o en eventos es dar gato por liebre y el sector se merece renacer con muchísimo aire fresco en forma de nuevos volantes. Cuidar de este detalle no es solo deber de los diseñadores, también de las pasarelas: si queremos ser un sector comprometido consigo mismo, si queremos sacar pecho y poner de nuevo a la moda flamenca en su sitio se debe de demostrar que la apuesta va en serio. Y eso es tarea de todos.
El nivel de 2020 debe mantenerse: obviando la pandemia y recordando únicamente las pasarelas del 2020, conviene no olvidar el nivel altísimo que tuvieron un número importante de colecciones ese año. Hubo días de We Love Flamenco o de SIMOF donde el listón no bajaba del notable. Curiosamente la gran mayoría de firmas lo hicieron con colecciones que eran representativas de su estilo. Un «este soy yo» que funcionó tan bien que incluso antes del confinamiento ya había firmas con el 70% de la colección vendida (o apalabrada). Dar un paso atrás, por tanto, no es una opción. Lo mismo se puede decir de las pasarelas en sí: las cuatro grandes citas estaban viviendo un gran momento a nivel técnico, de afluencia de público y de resultado final. Y para que la moda flamenca brille no hay que hacer mucho más de lo que se hizo, pero tampoco hay que ponerse a recortar lo bueno que ya había.
Más vale poco bien hecho a mucho que no aporte: enlazando con el punto anterior, está claro que muchas firmas no pueden afrontar el hacer colecciones largas, y antes de ver desfiles de 40 trajes donde puede colarse algún “ya visto” a lo mejor conviene centrarse en menos diseños pero en los que esté todo muy cuidado. Además, la experiencia de los desfiles compartidos de los últimos años ha demostrado que, con un buen proyecto, con trajes que se luzcan solos o sean representativos de quien los diseña, y con un bien desfile configurado, se puede tener una gran colección que tenga entre 15 y 20 trajes. Y si son 15, que sean 15 trajazos que echen la pasarela abajo. Así que cayendo en el tópico: calidad antes que cantidad.
[Nota: sacar los trajes de 2 en 2 cambiando música y como si fueran grupos de 5 trajes es un ABURRIMIENTO y rompe el ritmo o dinamismo del desfile]
Hagamos moda aflamencada, pero de verdad: tampoco es ningún secreto que desde hace meses se está pensando que el regreso de We Love Flamenco y SIMOF pasa porque la mayoría de sus firmas hagan moda flamenca en la que haya trajes de flamenca (en su sentido más ortodoxo) y moda de inspiración flamenca. Ahora bien CUIDADO con esto: si hacemos vestidos, blusas, faldas o pantalones de inspiración flamenca que lo sean de verdad, que nos inviten a la Feria, que nos metan las ganas de bailar sevillanas o de entrar en una caseta y que nos tengan que echar de ella. Que nos lo vendan, vaya. Muchas veces hemos visto desfiles con cosas que supuestamente eran “pal pescaíto” y… bueno, digamos que en Cardié o en Panambi hemos visto vestidos con más flamencura que eso que nos intentaba vender una firma que supuestamente es de moda flamenca.
Esto que digo no es un capricho personal: el público que va a las pasarelas flamencas quiere MODA FLAMENCA, ni novias no aflamencadas ni diseños para que las cuatro wannabes de Rocío Osorno de tu pueblo jueguen a ser la invitada ideal. Moda Flamenca y punto. Y si creéis que exagero, puedo deciros que la hemeroteca reciente nos deja ejemplos de colecciones que fracasaron porque la flamencura solo estaba en el nombre de la pasarela.
Hay que vender alegría, no tristeza: la moda flamenca es alegría, es diversión y es ganas de vivir. Las pasarelas del 2022 deben ser una explosión de colores vivos, de tonalidades saturadas, de aires cálidos, de Andalucía en primavera. Pensemos además que llevamos casi dos años en chándal, ropa muy funcional y colores oscuros: la flamenca que pise la Feria quiere colorido, quiere que se la vea, y quiere disfrutar. Y para ello nada mejor que demostrarlo en la pasarela: necesitamos que las modelos y las colecciones vendan alegría, así tendremos un empujón de cara a las ventas que será más necesario que nunca porque en 2022: Flamencas, ¡A la calle!
No es necesario hacer flamenca puramente comercial para vender: en 2012, en medio de la anterior crisis, casi todas las notas de prensa de todos los desfiles se recreaban en que se había apostado por una flamenca clásica ya que “un traje de flamenca clásico es una venta segura porque dura más temporadas”. Como si hacer lo que hacen todas fuese una ventaja competitiva. 9 años después y en un contexto radicalmente diferente hay motivos para pensar que no hay que lanzarse únicamente a lo clásico o a lo comercial: por una parte se ha demostrado que hay público de sobra para consumir esa flamenca más creativa que ha conectado con el estilo de diferentes firmas (en muchos casos creando una clientela fiel). Por otra parte la pandemia ha dejado patente que Feria no tiene por qué haber todos los años, por lo que ahora sabemos que el momento hay que vivirlo y que si este año te apetece arriesgarte con el traje que vas a estrenar debes hacerlo… porque ahora ya no se sabe si habrá una nueva ocasión 365 días después.
Realmente, ¿Volvemos a las pasarelas?: Con todo el sector paralizado cabe preguntarse por último si sólo vuelven los diseñadores de trajes (al ser quienes desfilan en pasarela) cuando en realidad volvemos todos: diseñadores de complementos, proveedores, fabricantes, agencias, modelos, prensa, patrocinadores… El regreso como tal es general, volvemos todos, por lo que no es obligatorio ponerle “Volver” de nombre a ninguna colección ni escuchar mil veces a Estrella Morente en los desfiles. Más bien es un nuevo comienzo y para ello nada mejor que cada firma mire hacia sí misma, sea coherente con su estilo y suba a la pasarela una flamenca que, con solo verla, ya se sepa de quién es. Es entonces cuando, más que volver, comprobaremos que estamos aquí de nuevo, y que nunca nos hemos ido. Ni nos iremos.
¡¡Totalmente de acuerdo!! Enhorabuena por el post ✨