Su decisión de no desfilar fue uno de los primero titulares de la temporada, pero si algo hemos visto en estos últimos días es que la pasarela no era obligatoriamente el sitio para una colección en la que se ha trabajado como si sí fuera a hacerlo: Juan Boleco se ausentó en We Love Flamenco pero él mismo aseguró que sí habría colección flamenca. Una propuesta que recibe el nombre de Mala Fama y para la que el diseñador ha realizado algo bastante diferente y que, antes de que hablemos de la colección en sí, sirve de excusa para comentar ciertas cosas:
Dejar de desfilar NO es descansar. Es el mejor titular que se nos ocurre para definir la presente temporada para Juan Boleco. Cuando dejas una pasarela, por el motivo que sea, hay que saber muy bien qué viene luego, tenerlo preparado, ser previsor y tener un proyecto en ciernes que esté mínimamente tanteado para responder al público y para que tus cuentas no tiemblen. Porque cuando se deja de desfilar lo que no se puede hacer es descansar. O relajarse. O bajar las expectativas. O tomártelo como algo más light. ¿Acaso alguien puede permitirse el lujo de dejar de trabajar?
La excepción a este argumento es que te haya ido mal en la temporada anterior, entonces es normal que se «descanse» porque directamente no se puede afrontar la temporada de la misma manera. Pero si te ha ido bien (y a Juan en 2019 le ha ido bastante bien) lo que no puedes hacer es permitirte el lujo de descansar. Porque ese descanso te lleva directo al cementerio de quién se creyó eso de que con ser diseñador basta, que con haberlo hecho bien una vez ya la gente se queda contigo siempre, cuando a veces hay que ser más empresario que diseñador. Cuando incluso hay que hacer cosas aunque no te apetezcan pero si no las haces tu marca se viene abajo. ¿Puede un camarero dejar de trabajar porque quiere descansar? Obvio que no. Y la moda será estresante, pero es un oficio más con sus implicaciones y con la necesidad de dar respuestas a quienes te esperan. No decimos que siempre deba responderse igual, pero sí debe darse una al menos en condiciones. De lo contrario estás dando pie a que la clientela se vaya, a que no te responda.
En el caso concreto de la moda flamenca, si los volantes es lo que te dan de comer o lo que te han hecho visible en el sector, debes responder con ello. Si lo que hace que tengas ingresos es una carrucha, no puedes dejarla. ¿Qué quieres hacer otra cosa? A todo el mundo le gustaría, pero si quieres dejar la flamenca para dedicarte a fiesta y/o novia, hazlo con algo que supla en importancia, en intensidad y en oferta a lo que habrías hecho con la flamenca. Pensadlo así: ¿Cuanta gente deja un puesto de trabajo por iniciativa propia porque tiene otro contrato ya firmado? Y si el diseñador deja de hacer («o descansa»), el público se olvida de ti tan pronto como entra de nuevo a instagram.
¿Por qué? Es muy sencillo: vivimos en un momento de competencia tan perfecta que cualquier persona encuentra lo que quiere a golpe de click. Si tú no tienes lo que la clientela busca, otro lo tendrá. Y en flamenca también se funciona así: las clientas quieren ir a un atelier y ver trajes en cantidad, quieren unas redes sociales que les animen a pedir cita a golpe de novedad (o fotos de trajes nuevos). Quieren saber en definitiva que tienen para elegir, que tienen un motivo para ir a verte, que has hecho una proposición de compra, una propuesta de temporada y que tu flamenca este año mantiene la calidad, el entusiasmo y el esmero de años anteriores. Si no sales a vender así nadie te compra. De otra manera el público se va (¡Claro que se va!). Olvidad la exclusividad, la costura a medida y eso de que los desfiles o las redes solo sirven para que copien y que tus benditas ideas solo están bocetos para tus superexclusivas clientas a la que solo le puedes enseñar de manera física los cuatro trajes que llevan ahí dos años. Esas frases hechas o manidas de redes sociales son una verdadera patraña en la mayoría de los casos. Y a quienes sueltan el dinero para estrenar traje le dan igual: estamos en un momento de tal saturación de información, de tanto like instantáneo, de tan poco tiempo para reflexionar sobre lo que nos gusta que no se puede depender de citas a ciegas y de bocetos. Si no hay producto, no hay venta. Y cualquier diseñador sabe que es más fácil vender con un perchero lleno que cuando solo le quedan 4 trajes.
Por todo esto Juan Boleco ha demostrado que no ha descansado, porque Mala Fama tiene el mismo trabajo, el mismo tiempo dedicado, la misma importancia y la misma inversión económica que sus colecciones precedentes. Se habrá ahorrado el coste de We Love Flamenco, pero nos encontramos con 20 trajes y un desfile producido cuál fashion film que, obviamente, no sale gratis. Obviamente no ha sido el único, hay casos y ejemplos notorios de diseñadores que han dejado o que no desfilan y que han sabido mantenerse o permanecer entre los nombres de la temporada gracias a una buena planificación y/o presentación de su trabajo fuera de las principales pasarela. Y eso lo han apreciado siempre tanto seguidoras, como clientas y compañeros.
El resultado en el caso de Boleco es una propuesta que no desmerece, que es fiel a la filosofía de su creador y que nos muestra a un Juan que es consciente de que su colección de flamenca es lo que le resuelve las cuentas anuales a su negocio (porque sí, porque esto es un negocio y hay que vivir el año entero de él). Una resolución que ya no es solo por los trajes de flamenca: desde Hallelujah hasta Quimérica, todas las colecciones flamencas de Juan Boleco han sido la base con la que él ha trabajado luego con su clientela de fiesta y a medida. Incluso le ha servido de base para sus desfiles fuera de España. Se crea identidad de marca, se da lugar a sinergías para una misma empresa de moda y, sobre todo, se construye una imaginario con el que la clientela se identifica y al que recurre o responde positivamente cuando la vuelves a reclamar.
Además la ubicación de este desfile convertido en videoclip no parece nada casual: una fábrica de envasado de fresas a pleno funcionamiento sacando los productos Boleco. Una metáfora que resume lo que exponemos en este post y es que la maquinaria no puede parar, no se puede dejar de producir, hay que seguir teniendo género para quienes lo consuman lo tengan a mano.
Igual que una fábrica, el taller de Juan Boleco ha realizado unas flamencas donde los colores lisos se alternan con los lunares y unos pocos estampados que dan un toque renovado. Al mismo tiempo recupera elementos (lazos, pasacintas) propios de la flamenca más clásica y los traduce a su lenguaje moderno donde la flamencura y lo refrescantemente novedoso se dan de la mano. Lenguaje con palabras polisémicas donde un mismo diseño te vale irte de romería o para una suerte de street style en cualquier semana de la moda. La conclusión es que Juan Boleco ha conseguido hacer una flamenca donde él manda, él hace lo que quiere, se da a sí mismo las concesiones necesarias para no sentirse coartado en su creatividad y, al final, hay una conexión entre la moda flamenca y la moda convencional que ha calado muy fuerte en el sector y que logra mantener su coherencia allá donde vaya, ya sea el Salón Real del Alfonso XIII, una pista de skate o una envasadora de fresas.
El vídeo con el desfile y colección completa podéis verlo aquí:
Todas las fotografías de este post son de Adrián Toscano y Francisco Garrochena cedidas por Juan Boleco.