Uno de los días grandes de la moda flamenca y sin descanso de volantes (literalmente). La jornada que desde hace años aglutina varios de los desfiles más esperados por todas las seguidoras de la moda flamenca no decepcionó en cuanto a buenas colecciones. Si bien, como lleva pasando toda la temporada, con pocas novedades. Porque la flamenca está en un momento donde casi nadie quiere arriesgar y todo el mundo prefiere hacer lo que le sale bien antes de jugar a otra cosa. Ello plantea un dilema: hay buenas colecciones, dejan buenas sensaciones e incluso tiene su poquito de aire fresco, pero 2024 no se distancia mucho de 2023 ó 2022 más allá de los colores. ¿Renovarse o morir? Nada de eso: vivir perenne en la zona de confort.
Esa misma zona en la que también se han instalado los noveles: ninguna de las siete propuestas que llegó a la gala final nos traía nada nuevo por parte de quienes, se supone, deberían renovar la moda flamenca. Y en ese día de la marmota seguimos: colecciones bonitas, mucho negro, volantes bien cosidos y alguna idea nueva cuya ejecución se perdía en un mar de tules y volantes infinitos.
Ante este panorama, la carta mejor jugada es la de la rotundidad: la que tuvieron José Juan Hurtado (ganador) y Lydia Jurado (mención especial) para llevarse sus premios. El primero por una propuesta estilosa, colores, tafetanes y monedas bien trasladados al cuerpo de una flamenca y un conjunto final con el que decías: este es, este se queda. Y vaya si se quedará: tiene pinta de fichaje de larga duración en SIMOF.
Por su parte Lydia Jurado puso sobre la pasarela una realidad que la moda flamenca trata de esquivar precisamente en sus eventos aunque la realidad sea otra: la de que el traje de flamenca se lo puede poner cualquiera, la de recordarnos que llevamos décadas viendo a travestis vestirse de folclóricas, la de niños mariquitas que se han probado el traje de flamenca de la madre (o hermana) o la de la ambigüedad para poner volantes a cualquier identidad. Un mensaje con cierto guiño hacia la ambigüedad de genero que ha sido obra de una mujer vistiendo a hombres. Como diría Noemí Argüelles: digo pocas cosas pero creo que se me entiende.
Tras la entrega de premios, y casi sin parar, el viernes de SIMOF (cuya tarde ya se ha adelantado al mediodía) nos dejó nueve colecciones que repasamos a continuación:
Alejandro Santizo, ‘Amor pecador’. Orgullo y amor propio, aunque sea un pecado (capital). La vuelta de Alejandro Santizo a SIMOF puede leerse casi como una respuesta a quienes (siendo compañeros o no) lo criticaron en la pasada Feria. Porque ‘Amor Pecador’ es una forma de decir: esto es lo que hay y de ahí no salgo ni quiero salir. Con la omnipresencia del rojo, negro y blanco junto a sus volantes generosos en organdí, el diseñador puso sus trajes e hizo el show que su publico espera, con Joana Jiménez cantando, Triana Ramos al baile, amigas desfilando y un final que lo deja claro: si la vida te da limones, haz limonada una bata de cola.
José Joaquín Gil, ‘Niza’. Junto a los volúmenes maxi que tan bien funcionan en instagram, las colecciones de José Joaquín Gil nos han ido dejando otras propuestas más interesantes donde los volantitos o los tejidos fluidos sabían dar la replica. Y en este 2024 el desfile lo ha dedicado a esto último: con la costa azul francesa como inspiración y con una selección bastante cuidada de la combinación modelo-traje, el diseñador entregó una colección donde blusas y faldas parecen vestir a una flamenca más mujer (o menos niña) y en el que sencillez se convierte en el mejor sinónimo de elegancia.
José Raposo, ‘Marismeña’. Su estreno o primer desfile en solitario lo hizo con lo mejor que sabe hacer: partiendo de su tierra, realzando la belleza del costumbrismo rural y dejando un estilismo a veces muy fotogénico, a veces como idea para tener en cuenta luego en las arenas. José Raposo tomó el verde, los tonos tierra, el rojo o el blanco con perforados para vestirnos una flamenca y una romera que en su aparente sobriedad y en sus concesiones a la moda urbana busca ese algo más que dan los detalles o los patrones. Una nueva muestra de un diseñador al que no se le acaban las ideas cuando mira hacia el entorno de Doñana.
Guillermo Peralta, ‘Los Ángeles’. Si mezclas: a unas flamencas con alas, trajes que se van sucediendo con escasa conexión, algunas ideas de estilismo un tanto locas (léase: gafas), a un señor en tetas y a una flamenquita saliendo a desfilar mientras suena una selección de hits de entre 2005 y 2010 pensados para sudar en una cama, te diremos que eso solo puede salir bien si te llamas Pedro Almodóvar. O Javier Calvo. Y Javier Ambrossi. Pero no: estábamos en el desfile de un Guillermo Peralta que debería repasar todas las colecciones que ilustran este post, porque ni los trajes entraban al juego que él nos proponía (exceptuando el diseño bicolor en mandarina y lila todo se veía básico) ni el resultado final invitaba a otra cosa que no fuera pillar la lista de Spotify que puso música a esta performance.
Ana Morón, ‘Art Decó’. Hacía años que no terminaba un desfile con la sensación de estar viendo a la Ana Morón que hace 10 años nos fascinó. Y ahí estaba. La de ‘Pirouette’, ‘Sevilla’ o ‘Volare’. Una flamenca de bordados y aplicaciones florales, cortes rectos y limpios o unas líneas doradas que remitían al movimiento artístico que inspiraban la colección y que le sentaban muy bien a blancos, verdes o celestes. En conjunto, una colección que encuentra el equilibrio entre los gustos recargados de la diseñadora y la sencillez de formas que pueblan la flamenca actual.
Verónica de la Vega, ‘Infinita’. Acostumbrados como nos tiene a emplear una palabra como nombre de colección, casi nadie supo ver que la misma hacía referencia esta vez a Michael Jackson. El inmenso legado del rey del pop vestía de dorados, plata, lentejuelas o lamé los diseños de una de las personalidades más marcadas de la moda flamenca, que nos proponía un juego geométrico de patrones en las partes de arriba, hombros marcados, faldas o pantalones llenos de volantes y aplicaciones que evocaban estilismos de Jackson (sombreros mediante). En resumen, un desfile que es De La Vega en estado puro.
Antonio Gutiérrez, ‘Los que cosen pa la calle’. En clave tricolor (blanco, rojo y azul), lleno de simbología propia de Granada y haciendo del estampado el estandarte de su propuesta, Antonio Gutiérrez presentó una colección que, siendo moda flamenca, se leía en un desfile propio de pasarela de moda convencional, en el que se incorporaba a modelos masculinos, proponía estilismos que sabían aunar costumbrismo y modernidad y dejaba un pack final que representa lo que se espera de una pasarela flamenca que no sean solo trajes de flamenca.
Luis Fernández, ‘Y punto’. Regreso a pasarela y casi duplicando el número de salidas cuatro años después de ‘Preludio’, su gran obra maestra. Luis y Manolo recuperaban el pulso a SIMOF en otro momento profesional, pues a sus flamencas de volantes, escotes, cuerpos y faldas bien armadas, ahora se unían otros diseños de corte más liviano o minimalista en la forma pero que en estilo casan y se saben incorporar a lo que nos acostumbran. Una colección que sirve de resumen a lo que le hemos podido ver que hacen para su clientela y que aparenta ser como una transición a lo que podría ser su nuevo lugar en las pasarelas.
Javier García, ‘Mi X Mi’. Empecemos por lo primero: después de 7 días escuchando casi todo el tiempo electrónica, voces guturales, quejíos de Camarón y las tres mismas frases de Lola Flores… pues que queréis que os diga: un grupito típico de caseta de un módulo cuyo portero va de perdonavidas es JUSTO LO QUE NECESITÁBAMOS Y NADIE LO SABÍA. Así de sencillo y así de bien ambientó Javier García la celebración de su décimo aniversario en SIMOF con su flamenca más exquisita y elegante que nunca, con el verde y el azul que siempre le acompañan a los que se unían estampados en rosa y celeste, grandes volantes canasteros, cuerpos drapeados y unos diseños que, sin olvidar de donde vienen, buscaban dar un toque de aire fresco a la flamenca de su creador.