La de la moda infantil es una de las cuestiones difíciles de tratar dentro de la moda flamenca en general y de las pasarelas en particular. Históricamente han restado más que sumado en los eventos: desfiles interminables, retrasos que destrozaban la organización diaria y el remix de lo benéfico más el ver a tu hija-sobrina-nieta desfilar a modo de cebo-entradas vendidas. Sobra decir que el comportamiento de ese público familiar casi siempre ha dejado bastante que desear, convirtiendo aquello en un pitorreo más que en una presentación de moda. En ese contexto, desconozco bajo qué condiciones trabaja Go! Eventos con las firmas infantiles desde que decidió apostar por dedicarles un día en We Love Flamenco, pero el resultado en este 2024 se ha visto bastante enderezado y ha permitido que las flamenquitas también tengan su hueco y sus propuestas para ir de feria o romería. Además no se ha visto como relleno en la programación, sino como jornada con entidad propia.
En ese ramillete de primeros volantes hubo uno que sobresalió: las ‘Moñas de Jazmín‘ de Ana Campos. Especializada en infantil, con algunas pinceladas de trajes para adolescentes o de adulta, la diseñadora nos trajo una propuesta que acierta al no disfrazarlas de una edad que no les corresponde ni tampoco se queda en batistas de cuerpo sencillos, dejando claro que ella prefiere destacar en esta faceta de los volantes y desplegar sus ideas clásicas ahí.
El resultado es propiamente atemporal, podría valer para cualquier año, pero las piezas invitan a pararse a mirarlas, con volantes cuajados de detalles, una selección de tejidos que mira a los materiales de siempre y una querencia por el aire de «me meto en una mercería y arraso con todo» que se empieza a echar en falta en la flamenca, especialmente en la infantil, donde se recorta el presupuesto ya que le va a durar solo un año, es que a la media hora lo va a llenar de albero. Para Ana Campos no hay excusas y sus flamenquitas lo llevan todo: lazos, cinta de terciopelo, puntillas, pasacintas, plisados, madroños o perforados. De lejos es un traje clásico, de cerca se ve una técnica cosida con buen gusto y que concentra en pocos centímetros mucha información que se ve armoniosa. Premisa que, por cierto, se extiende a los mantoncillos (muy pequeños, pero no les falta de ná) y a los estilismos (ramilletes, pendientes y peinecillos en consonancia con cada traje).
A ello se suma también el color: dividida en bloques que pasan de los empolvados y pastel hacia rojos y morados (con negro), la colección tiene como hilo conductor el color blanco, empleado casi en todos los trajes para acentuar los detalles, destacar los volantes e incluso crear texturas (perforados mediante) en cuerpos con menos motivos. Todo ello funciona porque, como hemos ya resaltado, Ana Campos se nota que sabe manejarse en su estilo y, sobre todo, tiene buen gusto para hacerlo. Y el buen gusto cuando nos ponemos clásicos es como el duende: se tiene o no se tiene.
Como vemos, un desfile que responde a lo que debemos esperar de una colección: trajes que saben destacar sin salirse de la línea marcada, diseños que te invitan a querer conocer más del trabajo de su creadora* e ideas en los que la Reina de la Casa no se viste de Reina, solo de Flamenca (que es incluso mejor).
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